Liberalismo
El liberalismo
es una forma de pensar y organizar la sociedad, la economía y la política que
comenzó a desarrollarse en el siglo XVII. Defendía las libertades de religión, de asociación, de comercio y el derecho de propiedad.
Consideraba que el Estado, tenía que asegurar el pleno ejercicio de todas esas
libertades y eliminar cualquier obstáculo que existiese. Por ejemplo, el Estado
no debía intervenir directamente en la economía pero sí garantizar el libre juego de la oferta y la demanda.
El precio de los productos se fijaría en
función de este “libre juego”.
Veamos un ejemplo. ¿Cómo se determinaría
para el liberalismo el precio de la harina? Según los liberales, el Estado no
debía poner precios máximos o mínimos, ni el valor de los salarios ni ninguna
otra regulación. Si los fabricantes de harina ofrecían mucha cantidad de este
producto en el mercado, el precio bajaba. Si, por el contrario, la demanda
(cantidad de compradores de harina) superaba a la oferta (cantidad de harina
que ofrecían los harineros), el precio de la harina subiría.
Los liberales sostenían además que todos
los hombres eran iguales ante la ley -tenían los mismo derechos-, pero
aceptaban y justificaban las diferencias económicas y la existencia de clases
sociales. Según ellos, las diferencias entre el rico y el pobre se originaban
en las cualidades naturales de cada uno; el rico lo era por su capacidad, habilidades
y constancia para enriquecerse, el pobre carecía de esas condiciones naturales
y/o no realizaba el esfuerzo suficiente para lograr sus propósitos.
A partir de fines del siglo XVIII, el
liberalismo se difundió por todo el mundo aunque no de igual manera. Tuvo más
influencia en Inglaterra, Francia y Estados Unidos y mucho menos en Alemania,
Japón, Austria-Hungría o Rusia.
Frente a la
burguesía cada vez más enriquecida, el resto de la sociedad sufría condiciones de vida y de trabajo miserables.
Esta situación de desigualdad fue generando movimientos opositores que
cuestionaban las ideas del liberalismo y las injusticias de la sociedad
capitalista. Veremos dos de ellos: el anarquismo
y el socialismo. El primero, cargado de idealismo, pretende la destrucción
del Estado y de la burguesía; el segundo, imitar a los burgueses y que los obreros
consigan el poder político a través de una revolución.
Socialismo
Los socialistas pensaban que la historia
de la humanidad era una historia de lucha de clases, entre explotadores y explotados, dominadores y
dominados, y que había llegado la hora en que el proletariado -la clase obrera
explotada- se liberara, conquistara el poder y construyera una sociedad justa,
sin desigualdades de ningún tipo ni clases sociales. Los principales
representantes de este movimiento fueron Carlos
Marx y Federico Engels. Si bien en su origen el socialismo marxista fue un
movimiento europeo, en poco tiempo su influencia llegó a todo el mundo.
Según el marxismo el elemento clave de
la explotación capitalista es la plusvalía, que consiste en la apropiación por
parte del capitalista de una parte de las ganancias que producen los obreros.
Así, durante la jornada laboral, el obrero trabaja primero para producir el
equivalente a su salario; pero después continúa trabajando, y este trabajo no
pago constituye la plusvalía, fuente de beneficio de los capitalistas. La
plusvalía, por lo tanto, es la
base de la acumulación capitalista.
Se desarrolla en la segunda mitad del
XIX y es una alternativa distinta del marxismo. Sus principales teóricos
fueron: Proudhom, Bakunin y Kropotkin. Aunque no tienen una ideología tan
definida como los socialistas y dentro de ellos hay muchas variantes
ideológicas distinguiremos varios principios:
- Rechazo de la propiedad privada, la propiedad es un robo desde el punto de vista de que si uno tiene algo es porque a otro le falta porque el reparto justo no existe.
- Hay que rechazar a los poderes que oprimen al hombre que son fundamentalmente dos: el Estado y la Iglesia. Por tanto no piensan conquistar el poder como los marxistas, sino destruirlo, destruir el poder del Estado y que el hombre viva en el campo, que no existan ni fronteras ni ejércitos, evidentemente tenían un fuerte contenido idealista. Así mismo hay que acabar con la religión, el otro poder que esclaviza al hombre, en lo anticlerical coinciden con los marxistas.
- Su forma de actuar es a menudo a través de atentados terroristas contra los principales gobernantes y sabotajes de fábricas, son en ese sentido excesivamente violentos.